Necesitaba encontrar un trabajo pronto... Creo que intenté buscar algo tranquilo, que me gustara, que fuera entre la tarde y la noche, así no me daba esa pereza de levantarme por las mañanas... Y ahí fue cuando me invitaron a una reunión... Era la reunión más extraña a la que había asistido. El salón tenía un aspecto amarillento, creo que era el efecto de las luces que rebotaban contra el suelo del lugar, que era de este mismo color... Habían sillas, sillas de plástico blancas uniformemente distribuidas en linea recta para que todos se sentaran a ver lo que estaba por ocurrir.
Era una de esas noches especiales que todos ansiosa y psicóticamente esperaban. Pero temían de ser los próximos. Yo sólo me limité a mirar. Me dieron un papel, que contenía lo que parecían las instrucciones y las partes del cráneo del ser humano. Sus divisiones y cómo debían hacerse las incisiones que estábamos a punto de presenciar por el "doctor" del lugar.
Y así comenzó todo aquella noche, cortaron muy cuidadosamente y en línea recta la frente del paciente, personalmente, no le veía nada de gracioso que fuera tan perfecto, me parecía asqueroso y desagradable, pero eso si, no podía demostrar eso en mis gestos faciales, debía mantener una actitud madura y muy profesional... ¿Profesional? No sé que de profesional le veían a esto, era un asesinato frente a mis ojos, algo enfermizo, estaba mal, muy mal... Y me daba miedo...
Ese miedo lo convertí a mi favor y empecé a buscar la forma de ver aquello como algo que pudiera sacarle provecho, al fin y al cabo la vida nos trae muchas veces cosas desagradables que tenemos que soportar con la mejor cara. Pero ahí estaba yo, presenciando aquella cirugía. Parecía que la persona que se encontraba sentada, es decir, el paciente, no sintiera nada, pero tampoco estaba sedado o tenía algún tipo de anestesia, era como un zombie.
Seguía observando y a medida que iban abriendo más y más la cabeza del paciente veía cosas que nunca imaginé presenciar, por ejemplo, con una espátula, sacaron un trozo de dulce de leche de la mejilla y parte de la frente del paciente, eso, lo metieron en una bolsa, como si fueran a venderlo o algo así. Después de eso, con un pequeño martillo y lo que parecía una espátula con punta de aguja, clavaron levemente en una de las incisiones naturales del cerebro. A medida que hacían esto, nos decían que miráramos aquel papel que teníamos en nuestras manos, era como si algún día nos tocaría el turno de hacer eso a nosotros... De esa forma podríamos instruirnos y saber exactamente qué era lo que estaban haciendo paso a paso...
Cuando por fin lograron abrir un poco de la corteza cerebral, como especie de una manguera, fueron insertando poco a poco en el paciente y así, de esta forma, salía por este tubo el cerebro en forma líquida, dejando al mismo en un estado de letargo indefinido...
Luego de aquel momento, el sujeto que había sido víctima de aquella operación fue llevado junto a otros sujetos que ya habían pasado por el mismo camino. En mi mente se hacían muchas preguntas, intentaba que todo pareciese normal, porque a los demás les parecía normal, me preguntaba si acaso ellos sentían o se hacían las mismas preguntas que yo me hacía...
Estuve ahí hasta las 3 o 4 de la mañana escuchando todo lo que decían mientras mi cabeza divagaba en los cuestionamientos que ya mencioné.
Es raro porque al salir de ahí hubiera podido decidir no regresar, quizá el morbo o quizá fue la necesidad de encontrar un trabajo la que me hizo volver al día siguiente, antes de entrar, simplemente me detuve un poco a observar como iba atardeciendo poco a poco en aquel lugar, mientras el sol se escondía bajo el brillante mar, éste, estaba tranquilo, muy tranquilo... Debo admitir que me encanta ver al mar así, pero la naturaleza advierte siempre que la tranquilidad no es eterna, quizá sea un aviso previo de que algo está por suceder... Traté de no darle más atención de la necesaria a ese tipo de pensamientos y seguí mi camino hacía aquel lugar.
Ese día pasó sin percances ni cosas interesantes, si es que se puede llamar a lo que sucedió ayer interesante, me refiero a que en este día de trabajo no hubo pacientes ni extracciones cerebrales. Por suerte logré hacer un amigo, Daniel.
Lo poco que pude hablar con Daniel me bastó para entender que estaba inundado en un miedo terrible, miedo que entendí un rato después cuando me acerqué a la instructora. Era una chica algo rellenita, alta, pulcra, muy bien vestida, que tenía en su mano una lista. Dicha lista tenía los nombres de los próximos, o más bien debería decir, el próximo paciente. Y sí, se encontraba entre nosotros. Era Daniel.
No sé bien como era la forma de evaluación, pero lo que pude entender, fue que los puntajes más bajos eran los desafortunados aprendices que tenían que pagar con su cerebro en la próxima muestra.
Me sentí inmediatamente en la obligación de hacer algo. Por más que Daniel se negó a mi ayuda, simplemente, debía hacerlo, era un chico lo bastante agradable como para dejar que le hicieran algo así. Así que me decidí a escribir una carta que decía:
"A quien corresponda:
Sé que no soy quién para inmiscuirme en estos asuntos, a decir verdad soy de las nuevas, pero he aprendido muchísimo, tanto que me gustaría ser parte del equipo principal de instructores. Y por mis observaciones, considero que mi compañero Daniel, no debería pasar por semejante agravio. He tenido varias conversaciones con el y lo considero una persona de un altísimo nivel intelectual, por lo que pido muy encarecidamente, que lo liberen.
Gracias..."
Me dispuse a entregarle la carta a la supervisora que nos había estado dando todas las indicaciones los últimos dos días y al recibirla, me miró con una cara de lástima desgarradora. No sabía si realmente ella también estaba pensando lo mismo, o si quizá, lo hizo para salvarse el pellejo. En ese punto ya estaba desconfiando de todos.
A eso de las 11 pm de aquel día, me llamaron a mi y a Daniel a un salón aparte. Hubo buenas y malas noticias las buenas, como era de esperarse, eran que el chico sería liberado gracias a la carta que escribí. La mala... Me sorprendió tanto a mi como a todos en aquella habitación, el hecho de haberme arriesgado, me puso en peligro a mi misma, me darían la oportunidad de subir al equipo de apoyo, pero si cometía tan sólo una equivocación, sería la próxima... Esto era todo o nada.
Me fui a mi casa con aquel pensamiento, sin embargo, lo alejé de mi cabeza y me dormí profundamente como si nada perturbara mi mente en aquel momento de mi vida. Al día siguiente, al partir, volví a recordar todo lo que significaba volver a aquel lugar. Era el tercer día de mi entrenamiento y ya estaba condenada a muerte si cometía un fallo.
La entrada era a las 5.00pm, no sé por qué me retrasé o si acaso mi reloj marcaba mal, pero cuando llegué, la instructora, me miró con una cara de decepción y me preguntó por la hora. Le dije "Son las 5.16pm". No se molestó en emitir algún comentario. Su mirada lo decía todo. Lo estaba haciendo mal.
Las horas transcurrieron más lento de lo normal, parecía que hubieran pasado horas y horas y tan sólo eran las 8 de la noche. El momento de comer una merienda. Al ser parte del equipo de apoyo, podía darme una vuelta por las afueras del lugar. Los demás chicos que estaban siendo entrenados no tenían ese privilegio. Por suerte Daniel había podido escapar de estos mounstros. Pensé.
Mientras estaba sentada en el portico del lugar, sin pensarlo dos veces, decidí irme corriendo tan rápido como pudiera, corrí y corrí... No se cuanto corrí, pero creo que nunca en mi vida había alcanzado tal velocidad y había permanecido tanto tiempo huyendo. Era como si se tratase de algo de vida o muerte. Como si tu vida dependiera de ello y lamentablemente si era así.
Me senté para descansar en un muro y por suerte encontré a mi hermano, llevaba una laptop, estaba programando algo, no se bien qué, no presté atención, intentaba explicarle el por qué estaba allí en esa situación, pero antes de terminar, recibió una llamada de aquel lugar. Mi hermano contestó siguiendo mis indicaciones negando mi presencia junto a él en aquél momento. Luego, saqué mi celular. Algo viejo ya. Su pantalla verde con letras negras apenas me dejaba distinguir que se estaba quedando sin batería. Decidí apagarlo. Pero al pensar dos veces, lo prendí de nuevo.. Si me llamaban, les diría que no quería verlos más. Los enfrentaría si eso era lo que deseaban.
Ahí apareció la pantalla de bienvenida y desperté.